Adolescencia y Bullying

Podemos denominar al bullying como un síntoma de la adolescencia contemporánea. En el bullying o acoso se trata de actos de crueldad y violencia entre iguales donde existen cuatro elementos: el acosador, el acosado, los testigos y el Otro adulto. Los cuatro protagonizan una escena donde cada uno, enmarañado en la subjetividad, ocupa un papel crucial en el mantenimiento del acoso.
El momento en que surge es en la escuela primaria, continuando en la secundaria y declinando hacia los 16 años.

El acoso es una “falsa salida”, una defensa ante el desamparo del adolescente y una forma de hacer algo con su cuerpo. (Ubieto, 2016). El cuerpo del adolescente es un cuerpo en transición, un cuerpo sexualizado y extraño que produce inquietud y malestar. Un cuerpo sobre el cual, el adolescente no puede responder por que no tiene las palabras. Una forma de responder ante este enigma que le plantea el cuerpo es manipular el cuerpo del otro a través del ninguneo, la agresividad y la injuria.
El objetivo del acoso es evitar afrontar la metamorfosis de la pubertad con la soledad y el desamparo que conlleva. Agredir en el otro lo más singular, eso que lo hace único y diferente del resto, es una manera de borrar lo intolerable e innombrable que hay en el que agrede, e intentar dominar el cuerpo del otro deviene en la ilusión de controlar el propio cuerpo. Sin embargo, esta salida es temporal, y por eso falsa, ya que no resuelve el impasse mas que momentáneamente y de la mala manera.

Otras causas que permiten explicar el acoso, según José Ramón Ubieto son; el eclipse de la autoridad (padres, profesores, educadores…etc), la importancia creciente de la mirada y la imagen (cultura digital), la desorientación sobre las identidades sexuales y el desamparo ante la falta de manifestaciones de lo que quieren los adultos por él en la vida.

Con respecto al declive de la autoridad, es importante señalar que la autoridad verdadera no se trata del poder que se ejerce sobre el otro, sino de que es el otro el que te concede la autoridad por tu capacidad de escucha, de responder o inventar ante cuestiones cruciales de la vida. “Que el otro te reconozca como padre respetable, maestro válido o gobernante legitimado exige de tu parte un esfuerzo” (Ubieto, 2016).
Esta falta de referencias identificatorias produce desamparo y soledad, dos características que pueden incidir en el acoso, tanto en el caso del acosador, como el de la víctima.

Uno de los factores que intervienen en el acoso tienen que ver con los testigos, ya que de alguna forma, ellos mantienen el acoso, al no colaborar por temor a las represalias y a ser acosados.

Con respecto a la víctima, hay un factor clave, su silencio, y es que la víctima no suele defenderse del acoso, sino que lo que se produce es una inhibición. Este factor es muy importante, y está ligado a algo opaco y desconocido, el fantasma particular y el goce asociado. Este silencio perpetúa la situación, ya que, en la medida en que el otro se queda callado y no responde, el acosador se hace mas fuerte.

El psicoanálisis da la posibilidad de que cada uno tome su responsabilidad en lo que ocurre. Desvictimizar a la víctima es imprescindible para poder hacer frente al acoso. Además, el espacio analítico le provee de un lugar donde poder elaborar qué es lo que sucede, con su silencio, y con su historia.

La no significación y subjetivación de las escenas de acoso pueden dar como resultado diferentes síntomas como dolores de cabeza, insomnio, tristeza, irritabilidad, inhibiciones, compulsiones, y lamentablemente, en algunas ocasiones actos suicidas.

Bibliografía:
Ubieto, J. Bullying. Una falsa salida para los adolescentes.

Ubieto, J. Notas sobre el acoso escolar. Una perspectiva psicoanalítica.